lunes, 24 de diciembre de 2018

Fanny, amor eterno del Libertador.


Fanny, amor eterno del Libertador. 



Cuando se piensa sobre la vida amorosa del Libertador, suele ser común que el primer nombre que se hile sea el de Manuelita Saenz, seguido por Pepita Machado, pero rara vez se nombra o se habla de Fanny Du Villars. Pasa que cuando nos introducimos más en este episodio de la historia del Libertador terminamos en una inevitable ucronía ¿Qué sería del Libertador sino hubiese conocido a Fanny? Esta mujer representa uno de los elementos determinantes entre el hombre entregado al placer ante el dolor de la pérdida y aquel que alcanzó la máxima gloria del siglo XIX.

Regreso a Europa

Tras la dolorosa pérdida que significó la muerte de su esposa, María Teresa del Toro, viaja el joven Simón a España donde se encuentra con su suegro, Bernardo Rodríguez del Toro, para entregarle las pertenencias de su única hija. El futuro Libertador se encontraba en Madrid, ignorante de su futuro y aturdido por el presente. Desconsolado como estaba tuvo que enfrentar, al poco tiempo, otra situación inesperada: debía salir de España inmediatamente.

Por decreto de la Corona, “…a todas las personas forasteras y extranjeras de cualquier estado y condición que fuesen, si no tenían domicilio verdadero de precisa residencia” tenían que irse de la ciudad por el peligro de hambruna debido a una fuerte escasez de trigo y víveres. Simón Bolívar, huérfano y viudo, viaja a Francia para terminar hospedado en París, lugar donde se están dando los cambios más importantes de la época.

En aquella París, Simón se entrega a los placeres y el azar; derrocha el dinero en el juego, paga 500 francos mensuales en el Hotel de los Extranjeros provistos de caballeriza, se dice que llega a gastar hasta 100 mil francos en una noche. Vive de los placeres para dejar atrás los recuerdos hasta que sus días se ven interrumpidos por su antiguo maestros, Simón Rodríguez, quien lo alienta a dejar aquella clase de vida. Este cambio lo lleva matricularse en la Escuela Politécnica, y en la Normal Superior como pasante, y dar con el salón Du Villars.

Louise Jeanne Nicole Arnalde Denis de Trobriand (Fanny Du Villars)

Fanny, quien nació en Bretaña el 29 de junio de 1775, se  casó a los 16 años con el Conde Du Villars con el que tuvo tres hijos. Algunos historiadores dicen que Simón la conoció en Bilbao, otros que fue en París, aunque sea cual sea la verdad, fue en el último donde se fraguó aquel romance. Hay que tomar en cuenta que, además, existe una discusión sobre el parentesco entre el Libertador y Fanny, sobre el cual no existe acuerdo; era común que la llamaran como su prima, pero el origen del parentesco no ha sido aclarado, donde algunos afirman que era una Aristeguieta, hasta decir que era una de las 7 musas caraqueñas; tantas variantes dejan abierto el misterio sobre este particular.

Fanny se caracterizaba por tener un cutis de porcelana, una elegancia inusual, cabello negro, ojos azules con fina cejas y senos firmes, su belleza era indudable. Aquellas cualidades debieron llamar la atención del joven Simón, lo que hizo que empezara a visitarla constantemente, enviarle cartas y hasta alquilar un palco en el teatro para ellos. Esto para el Conde y Coronel Du Villars, pasaba sin cuidado, hacía poco caso de las aventuras sociales de su esposa.

Fanny fue fundamental para que se profundizara el cambio en Bolívar, la unión y pasión de ellos le permitió mejorar su francés, dedicar más tiempo a sus estudios y alejarse, en lo posible del juego; se dice que en más de una vez, Fanny tuvo que pagar con los fracasos de su vicio. Es conocido, también, que el joven Simón era bastante dado a las discusiones y retos, lo que llevaron a ciertos roces con Eugène de Beauharnais, quien fuera un hijo adoptivo de Napoleón, Príncipe de Francia, entre otros títulos. En estos casos tuvo que intervenir Fanny para que no pasara a mayores, sobre todo en el último, donde ella era el objeto del inconveniente, Beauharnais había estado cotejando a Fanny por lo que Bolívar decidió retarlo a un duelo; por obra de su amada, este duelo no ocurrió.

Libertador o nada

Aquel idilio apasionado que solo los grandes literatos hubiesen podido medir con palabras su magnitud y ardor, fue apagándose en el corazón del joven Simón. Otro llama, una imperecedera, había cobrado fuerza llevando sus ojos al horizonte americano. Nada podía evitar que volviera a su tierra, ni siquiera la belleza embriagadora de Fanny podía hacerlo. Cuando, Simón, decide decirle su decisión de volver, Fanny se derrumba en sollozos y le ruega quedarse, había intentado de todo, trató de generarle celos, de llenarlo de placeres, nada había funcionado y ya estaba resuelto a volver. Simón le entrega un anillo de oro con la fecha grabada del 6 de abril de 1805.

Muchas cartas salieron desde entonces dirigidas al Libertador por la bella Fanny, pero la respuestas del máximo hombre de América fueron más que escasas. Un dato curioso es sobre uno de los hijos de Fanny, de quien ha quedado la duda de pertenecer al Libertador a pesar de su supuesta esterilidad; polémica afirmación que no ha sido confirmada hasta hoy.

El Libertador fue un hombre de grandes pasiones y si hubiese que hablar de un verdadero amor en su vida, sería errar en el intento. Mejor sería tomar a aquellos amores como un símbolo de una época de su vida, y si hubiese que medirlos entre ellos, sería el de Fanny el más feliz, tranquilo y nostálgico. ¿Quién sería el Libertador si no fuese por Louise Jeanne Nicole Arnalde Denis de Trobriand? ¿Qué sería de nuestra Nación si este no hubiese pisado Francia? 

 G.J.Jiménez
Fuentes

Pasión en París, Jorge Dávila-Pesta Vergara.
El verdadero amor del Libertador, Alecia Marcano.
Mocedades de Bolívar, Rufino Blanco Fombona.

El poder sexual del Libertador Simón Bolívar


El poder sexual del Libertador Simón Bolívar

Foto:Diario La Tribuna Honduras 

(Caracas, 24 de julio. Noticias24) – Para muchos biógrafos e historiadores las batallas de Pichincha, Junín, Ayacucho o Boyacá, no fueron las únicas que peleó. Simón Bolívar, “El Libertador”, afrontó un sinnúmero de batallas de las que poco se sabe. Todas, o al menos su gran mayoría, las libró y ganó en una cama.

Bolívar padecía ginecomanía, una afición incontrolable a las mujeres, a la lujuria y el sexo. Así lo refiere el libro “Las batallas amorosas del Libertador”, de Eduardo Lozano Torres quien recopila los capítulos sexuales del hombre que murió en Santa Marta en 1830.

Campesinas, mujeres de la servidumbre, aristócratas, entre otras, cedieron ante los encantos de Simón Bolívar, que pese a su baja estatura (1m con 65cm), era un excelente conversador, buen bailador y un “depravado sexual”, como lo llaman sus detractores.

Según se lee en el libro, el general, José Antonio Páez, prócer de la independencia de Venezuela y compañero de batallas de Simón Bolívar, El Libertador era “sumamente adicto a las damas”, pero sufrió por la adicción a las mismas, sobre todo en tiempos de campañas militares extenuantes y largas.

En un capítulo titulado “Años de Promiscuidad” se reseña, por ejemplo, una anécdota que protagonizó Bolívar en 1810 durante una estadía de seis meses en Londres.

Bolívar distribuía su tiempo entre actividades diplomáticas, en las que hacía énfasis en la necesidad de independizar a América de España, y visitas frecuentes a casas de juego y prostíbulos.

En una de sus noches de sexo y juego, el prócer se vio involucrado en una fuerte discusión con una prostituta que lo habría confundido con un sodomita griego.

La prostituta le reclamaba airadamente algo que no pudo descifrar, pues la mujer hablaba en inglés, idioma que Bolívar no entendía.
Para tratar de calmar el escándalo, sacó un fajo de billetes y se los ofreció. El gesto la enfureció más. Cogió el dinero, lo arrojó a una chimenea y sacó al Libertador a empujones del lugar. “No tuvo más remedio que salir presuroso y humillado para evitar mayores consecuencias”, escribe Lozano Torres.

La enfermedad de Bolívar por las mujeres no es gratuita. Si al caso es genética.
Su padre, Juan Vicente Bolívar y Ponte, un hombre arrogante, machista y orgulloso de su inmensa fortuna, era un “mujeriego pertinaz hasta el punto de aprovechar su posición de amo para exigir placeres sexuales a sus esclavas negras y mulatas (…) temido por blancas, indias, doncellas y esposas”.

El libro señala que un documento encontrado en los archivos de la Diócesis de Caracas, llamado “Autos y sumarios contra don Juan Vicente de Volívar (sic) por su mala amistad con varias mujeres”, describe al papá de Simón Bolívar como un “activista sexual compulsivo y libidinoso que no respetaba normas, tradiciones, ni preceptos morales cuando de conquistar mujeres se trataba. Era un hombre sexualmente insaciable”.

Con esta traza genética, el Libertador inició su novela sexual a muy temprana edad.
“Acostumbraba a perfumarse con gran cantidad de colonia en la que gastaba buena cantidad de dinero”.

Al momento de seducir, Bolívar no tenía reparos. Era tal su afán de conquista que tuvo incluso aventuras sexuales con familiares. Fue capaz de seducir a varias de sus primas.

Las Aristiguita, jóvenes desparpajadas, independientes y de una privilegiada posición social, pasaron por las sábanas del niño Simón, pues cuando se presume que se consumaron los encuentros sexuales con varias de sus primas, él tenía unos doce años, siete, nueve o doce años menos que sus fogosas amantes.

Las restricciones sociales, éticas o religiosas de la época, no fueron obstáculos para saciar su sed de sexo. La edad tampoco fue impedimento.

En 1798, durante su primer viaje al exterior, Bolívar tuvo su primera aventura sexual internacional. Tenía apenas quince años con seis meses, la mujer con la que tuvo el encuentro amoroso, además de ser casada, lo doblaba en edad.

En ciudad de México, Simón logró seducir a una mujer conocida como la Güera Rodríguez, una mujer casada, atractiva, voluptuosa con amplia experiencia en las artes amatorias.

“Entre ellos se encendió con rapidez la llama de la pasión, avivada seguramente por la incitante belleza de la Güera, el afán erótico del adolescente y la osadía de una aventura extramatrimonial de ella”.

“Aunque ha sido comparado con Casanova por su poder de seducción, difiere de este personaje en que Bolívar no se enamoraba de las mujeres que conquistaba, contrariamente al célebre veneciano”, dice Lozano.

La guerra no redujo el deseo sexual del Libertador. En 1818 cuando peleaba con el general Morillo, se salvó de morir por estar teniendo sexo con una llanera.

Las tropas enemigas llegaron al campamento donde él, en compañía de los coroneles Salcedo y Galindo, se hospedaba, y sin mediar palabra empezaron a disparar. A esa hora, Simón descansaba en los brazos de una llanerita ardiente.

“Una vez más el mujeriego ardiente se salvaba de morir asesinado por estar rindiendo tributo a Afrodita, su diosa inseparable. No quedó para la estoria el nombre de esta ocasional conquista amorosa de Bolivar”, escribió Eduardo Lozano.

Simón Bolívar sólo se enamoró de una mujer, la española María Teresa del Toro Alayza. Con ella se casó. La esposa murió en 1803 y Bolívar, destrozado, juró no volverse a casar. Quizá también juró no enamorarse nunca más.

Cumplió lo primero y tal vez a algunas les dijo que estaba enamorado, entre ellas Manuela Sáenz, la quiteña que lo amo, Nicolasa Ibáñez, Lucía León, Juana Pastano Salcedo, Isabel Soublette, Manolita Madroño y Juaquina Garaycoa y decenas más

viernes, 16 de noviembre de 2018

Las cartas de amor de Manuela Sáenz a Simón Bolívar

Las cartas de amor de Manuela Sáenz a Simón Bolívar


Publicado: 2014.11.06 - 20:10:21   /  web@renciclopedia.icrt.cu  /  Lázaro Sarmiento Sánchez
  
“General Simón Bolívar. (P) Señor mío, mi amor: No me basta decir te quiero; por eso lo escribo, por la necesidad y el apremio de mi pecho. Quiero grabarlo en las nubes, en el cielo de mi Quito quiero; en el Pichincha es mi anhelo, y en su Colombia como una antorcha, inundada de luz por nuestro amor y por la gloria. Lléveme con usted al mismo abismo, donde grito y ruego que lo quiero. Deje usted allí crecer mis besos y esos besos suyos bajo el sol de la esperanza y en silencio, como crecen las flores en esa tierra suya donde vieron nacer su hombría y sus desvelos. (P) Su Manuela”.

Sin lugar a dudas, el epistolario “Las más hermosas cartas de amor de Manuela a Simón”, nos revela una pasión de amor desenfrenado entre estos dos protagonistas de la historia de Nuestra América.

En ellas se presentan los detalles amorosos, las palabras de encanto y la emoción intensa que, desde el primer encuentro, se estableció entre la valiente, culta, hermosa y temeraria quiteña, y el héroe triunfante.

En su verbo es posible percibir al Bolívar varón encantador, galante, rendido ante la belleza de la mujer que embelesó su corazón y coronó su gloria con la verdad más sencilla de la vida: El amor. En una de sus cartas le escribe Manuela al Libertador:

“Muy señor mío. (P) Mi genio, mi Simón, amor mío. Amor intenso y despiadado. Sólo por la gracia de encontrarnos daría hasta mi último aliento, para entregarme toda a usted con mi amor entero; para saciarnos y amarnos en un beso suyo y mío, sin horarios, sin que importen el día y la noche y sin pasado, porque usted mi señor es el presente mío, cada día, y porque estoy enamorada, sintiendo en mis carnes el alivio de sus caricias. (P) Le guardo la primavera de mis senos y el envolvente terciopelo de mi cuerpo, que son suyos. (P) Su Manuela”

Para el destacado intelectual venezolano Luis Britto, la paradigmática correspondencia entre Manuel y Simón es poco conocida y merece ser difundida, sobre todo entre los jóvenes, para que comprueben la capacidad humana de revolucionarios de esa talla, con similares dimensiones de amantes sin límites. Dice Luis Britto, que en sus cartas Manuelita, demuestra ser una fina literata, capaz de traducir en palabras los más sutiles sentimientos y conceptos:

“General Simón Bolívar. (P) Mi amor: yo me siento muy afligida por la circunstancia de usted. No puedo más con mi pasión que lo venera a usted. Ya conoce mis sentimientos y todo lo que es para mí. Me reanima saberlo dentro de mi corazón. Lejos mi libertador no tengo ni descanso ni sosiego; solo espanto de verme tan sola sin mi amor de mi vida. Usted merece todo; yo se lo doy con mi corazón que palpita al pronunciar su nombre. (P) Manuela, que lo ama locamente”.

Los que han leído el epistolario “Las más hermosas cartas de amor de Manuela a Simón”, saben que en cada página vibra la pasión y el amor. Del talento literario y goce expresivo de Bolívar dan cuenta fragmentos tales como: “Tú quieres verme, siquiera con los ojos. Yo también quiero verte y reverte y tocarte y sentirte y saborearte y unirte a mí por todos los contactos”.

Muchas de las cartas y documentos publicados en este volumen, hasta hace muy poco, eran prácticamente desconocidos en Venezuela. Una buena parte están tomados de los papeles salvados que Carlos Álvarez editó en Ecuador y los dio a conocer al mundo.

En otra de sus misivas Manuelita, expresa a libertador: “Por su amor seré su esclava si el término amerita, su querida, su amante; lo amo, lo adoro, pues es usted el ser que me hizo despertar mis virtudes como mujer. Se lo debo todo, amén de que soy patriota”.



Las 35 mujeres de Simón Bolívar


Las 35 mujeres de Simón Bolívar



Julio 26, 2015 - 12:00 a.m. 
Por: Redacción GACETA.

En 47 años de vida, al Libertador se le conocieron 35 mujeres, aunque los indicios apuntan a que fueron muchas más. Y es que luego de la muerte de única esposa, María Teresa Toro, no concibió su vida sin ellas. Historia bajo las sábanas.

Bolívar no era un hombre apuesto, de eso no cabe duda. Ahí están para comprobarlo centenares de imágenes que quedan de él: retratos al óleo y dibujos que muestran a un hombre poco fornido y sin los cabellos rubios que para la época completaban el estereotipo de hombre guapo.

Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios era, en realidad, un hombre delgado, que medía escasos 1.67. Sin embargo, tenía una característica que pocos, tanto mujeres como hombres, podían ignorar: su mirada intensa y penetrante con la que prácticamente hablaba.

Esa mirada, sumada a su elegancia y su exquisita forma de expresarse parecen haber sido la clave del éxito del prócer en las artes amatorias. Así lo revela Eduardo Lozano en su libro ‘Bolívar, mujeriego empedernido’, recientemente publicado por Intermedio Editores, y en el que da cuenta de una faceta muy comentaba pero poco conocida del libertador: su afición por la mujeres.

Biólogo de profesión, pero aficionado a la mitología griega y a la historia patria, Eduardo cuenta que venía leyendo desde hace mucho tiempo sobre la vida de Bolívar y de otros próceres, y se encontró con algo muy particular. “Me pareció curioso que el aspecto erótico del Libertador no lo tratara ningún escritor en una forma amplia, sino más bien de manera tangencial. Pensé que no lo habían hecho por miedo a desmitificar la figura de Bolívar o porque lo consideraban un tema frívolo. Fuera por una razón o por la otra, a mí me pareció que valía la pena tener en un libro esta información tan dispersa”, cuenta.

Dedicó entonces un año y medio a releer sus biografías, a revisar documentos, a buscar entre artículos periodísticos y descubrió varias cosas. Que Bolívar tuvo 35 mujeres, al menos de las que quedan registros. Que no fueron pocas las que no pudo conquistar, como una bailarina italiana y, sí señor, una de las hermanas Ibañez. También que hay evidencia de que tuvo hijos, aunque, dice, eso es harina de otro costal.

Eduardo, si Bolívar murió a los 47 años, y en total hay cuenta de 35 mujeres que pasaron por su vida, quiere decir que no perdió el tiempo en la cama, el Libertador…
En efecto se estima que por la vida de Bolívar pasaron 35 mujeres, pero pudieron haber sido muchas más. Y es que resulta que él empezó desde muy joven en su conquista con las mujeres. Siendo un adolescente se fue a Europa porque era una persona muy rica que había heredado una fortuna grande de su padre. Y ya desde antes de marcharse se le habían conocido algunas conquistas. Él no concebía que pasara mucho tiempo sin tener una mujer a su lado. Sin embargo, resulta paradójico que no le gustaran las relaciones prolongadas, sino más bien cortas. Lo suyo eran los amoríos.

Siendo tan mujeriego, ¿qué significó para él su esposa María Teresa Toro?

A ella la quiso de una manera muy pura, muy romántica. Se casaron en Madrid y regresaron a su tierra, Venezuela, a radicarse en su finca de San Mateo. Pero a los 8 meses ella murió. Bolívar quedó desolado y prometió que no se volvería a casar, y lo cumplió.

Y entonces ¿cómo resultó tan mujeriego?

Pues es que era un joven con muchos arrestos hormonales, y tenía que desfogarse. Así que se aficionó a las conquistas amorosas. Eso le duró toda la vida. Prácticamente hasta antes de morir tuvo ese inmenso afán por conquistar mujeres.

¿Puede decirse que Manuelita Saénz fue la mujer más importante en su vida?

A Manuelita se la encontró en 1822 en Quito y desde entonces tuvieron una unión muy apasionada. Ambos se quisieron locamente pero él no la quiso hacer su esposa sino que era su concubina, su amante. Es claro que estando con ella, él tuvo otras amantes. Y parece que ella lo sabía y le peleaba muchas veces por eso.

En todo caso fue un romance muy discontinuo, no solo por la presencia de otras mujeres sino por las batallas que emprendió el Libertador, por su gesta independentista. Pero la verdad es que Manuelita avivaba constantemente esa relación y luchaba como concubina su derecho a ser su amante. Finalmente Bolívar se aferró mucho a ella.

Si la relación duró 8 años, ¿por qué no tuvieron hijos?

Parece que Manuelita era estéril. No encontré un testimonio médico que lo compruebe, pero un historiador colombiano que ya murió sostiene que ella tenía ciertas deformaciones en sus órganos reproductivos que le impedían tener hijos.

¿Hubo mujeres que Bolívar no pudo conquistar?

Sí, claro. Algunas se negaron. Una de ellas fue Marina, una bailarina que conoció en Milán y de la que él se enamoró. Pero no logró que cayera en sus redes. Otra fue una de las ibañez. Bien sabido es que Bolívar tuvo amores con Nicolasa Ibañez estando en Ocaña. 

Pero posteriormente, cuando él vino a Bogotá ya triunfante después de la Batalla de Boyacá, quiso tener relaciones con la hermana Bernardina, pero ella no accedió. Hay cartas en las que él le insiste, pero ella no quiso nunca tener una relación con él.

¿Y qué tan bueno era Bolívar escribiendo cartas de amor?

Mucho. Su actividad epistolar fue muy intensa, no solo en el campo amatorio sino en el campo político. Además de escribirlas él, tenía la capacidad de dictar a sus amanuenses, simultáneamente a dos o tres, cartas sobre diferentes temas. Particularmente con Manuelita tuvo un intercambio epistolar bastante intenso y muy interesante. En el libro cito varias de ellas.

Denos un avance de una de esas cartas que muestran a ese Bolívar enamorado…
Hay un aparte muy diciente, no solo de su amor por Manuelita, sino del carácter erótico de Bolívar, en la que le dice: “No te vayas, ni siquiera con Dios mismo. Yo también quiero verte y tocarte y sentirte y saborearte y unirte a mí por todos los contactos”. Esa es una frase profundamente erótica, sin duda inspirada por Manuelita y la pasión que los unía.
Siempre se ha dicho que Bolívar no era un hombre muy guapo. ¿Cuál era la clave de su éxito con las mujeres?

Aunque era un hombre bajito, de 1.67 de estatura y no era ni fornido ni rubio, como era el estereotipo de hombre guapo para entonces, existen muchos conceptos de la época en los que se dice que Bolívar tenía una mirada muy intensa y muy penetrante. Él se valió de esa mirada para conquistar a todos los que lo rodeaban: a ellas en el campo amatorio y a los hombres en sus gestas.

Sumado a esto, Bolívar era un hombre con una amplia educación que utilizaba muy bien el idioma; se expresaba muy bien. Sabía halagar y exaltar a las mujeres, las piropeaba. Eso a cualquier mujer le llama la atención. En definitiva era un hombre muy culto.

Aparte de eso le gustaba siempre estar bien presentado, bien vestido y perfumado. Se sabe que Bolívar gastaba mucho dinero en agua de colonia.
Además tenía algo a su favor, el poder. Dicen que el poder seduce…

Cuando empezó a ser la figura que fue, por su puesto que su fama se acrecentó. Al pueblo que llegaba lo recibían con enorme júbilo y agasajos. Sí, muchas mujeres cayeron seducidas por la figura pública en la que se convirtió.

Con tantas mujeres, algún hijo debió tener Bolívar…

Todavía hay una polémica sobre si Bolívar fue estéril o no. Él le dijo en una ocasión a Luis Perú de Lacroix, estando en Bucaramanga mientras esperaba los resultados de la Convención de Ocaña, que no era estéril y que tenía pruebas de ello. Habrá que creerle, pues nunca le dijo cuál era el hijo.

Otro año, estando en Lima, expresó que tenía un hijo. Y sí hay una partida de bautismo de un hijo de él que supuestamente tuvo con una mujer en Bolivia.

También hay otras sospechas de que tuvo más hijos. Sin embargo, esa es harina de otro costal, y los remito a un libro que se llama ‘Los hijos secretos de Bolívar’, de Antonio Prada.